Iniciar mi reflexión con una pregunta así, invitaría otra más que debió ser previa ¿por qué no me la planteé hace 7 años? A lo largo de los cuales he entablado charlas, demostrado mi postura, discutido temas, debatido ideas y gritado mis argumentos… para no continuar y en resumen, he dejado buena parte de las visceras hablando de cosas que, aparentemente, a la mitad de la gente le importan un soberano cacahuate.
Hay que admitir que a los 18 años se conjugan dos elementos que son detestablemente influyentes para elegir una carrera profesional, desde luego haciendo a un lado los recobecos propios del fin de la adolescencia, estos son: La [des-] orientación vocacional y el competitivo mercado que representan las universidades. Sí coinciden conmigo o padecieron igual que yo, se habrán dado cuenta que después de tanto test de personalidad y aptitudes, al final poca es la aproximación a lo que a uno le interesa; por ejemplo, a mí me veían más como médico en aquel entonces… bueno, y en otros, como administrador de empresas… ya me veo. Por su parte, la segunda, al menos las universidades privadas en México, hacen ver que la vida universitaria es maravillosa; es decir, su marketing consiste en enviar por todos los medios posibles, la mayor cantidad de folletos en lo que se incluyen una gran variedad de eufemismos, caras sonrientes, "gente bonita" y profesores entusiastas. ¿De risa, si? ¡Si! Debemos preguntar entonces ¿Cuántos incautos cayeron en esta y otras carreras sólo por la publicidad? No me quiero ni imaginar. Habrá seguramente, quien habrá mezclado todo esto con una dósis de vocación y firmeza, habrá otros que por el sistema de eliminación y otros, soñadores, que simplemente no tuvieron alternativa.
Así pues, de manera firme y tajante elegí Relaciones Internacionales. La Universidad que elegí… ya obedece a otros criterios. De ninguna de las dos me arrepiento.
En tono de broma sarcástica me han dicho que estudio "Ilusiones Internacionales". Quizá para muchos mi carrera no pase del inocente pensamiento de una aspirante a miss universo, y de alguna despistada compañera: "Lograr la Paz Mundial", que en el fondo no es más que la expresión de uno de los objetivos que ha perseguido parte de la humanidad los últimos 90 años. No profundizaré en este hecho sino en la impresión que tuve durante mis primeros días de clases.
En aquel otoño del 2000, México pasaba lo que algunos creían era el verdadero paso hacia la democracia, las elecciones del 2 de julio habían dado por ganador a Vicente Fox y acabado con la anquilosada continuidad priista y, además, en el plano cultural Amores Perros se convertía en un parteaguas en el cine mexicano: ganadora en el Festival de Cannes e indiscutible aspirante al Oscar. El entusiasmo era general. En lo personal, ya era un adulto (18 años cumplidos) y universitario.
Por una noción, sabía más o menos de lo que tratarían algunas clases. No obstante, lo inesperado estaba por llegar y la primera profesora nos reunió e hizo la pregunta que traigo a colación ¿Por qué Relaciones Internacionales? Las respuestas fueron diversas y variadas, tanto que iban, en algunos casos, "lograr la paz mundial" hasta quien con cierta soberbia pensaba que al terminar la carrera, sería nombrado Embajador de México ante Francia. Muchos de nosotros, nos situamos en un término medio, no sin ser criticados por aquella mujer, quien rompería con las ilusiones de los más ilusos e incluso, después, haría que alguna dejara la carrera. Sinceridad no le faltaba. Ahora pienso que muchos compañeros la tienen sobreestimada.
Conforme fueron pasando los semestres, las asignaturas yo me quedé atorado en Macroeconomía, pero mi afinidad por la carrera aumentó considerablemetne, al grado que desde entonces he dicho que es mi vocación. Para llegar a pensar esto, tuve que sufrir profesores nefastos y por otros, que fueron admirables. A los nefastos, agradezco, porque con ellos descubrí que para ser profesor universitario de poca monta sólo hay que poder decir algo y ya; no obstante, me permitieron cubrir de manera autodidacta aquellas lagunas que fueron dejando. Mientras que, los segundos marcaron su estilo y enseñanzas en mí de tal forma que reforzaron mi dedicación e identidad hacia mis estudios, en ellos pude saber que para ser profesor universitario también hay sembrar ideas y principios.
Es posible que hayan pasado algunos años y me seguirán preguntando, incluso a mi mismo, el por qué de esta carrera. Mi respuesta evocará las enseñanzas de la universidad, reafirmará mi vocación pero ante todo, porque a través de ella he conocido personas con quien comparto ideas y pensamientos, quizás no de cambiar al mundo sino de al menos, de hacerlo un mejor lugar para vivir, de hacer algo por los demás y dejar huella en esta vida. La trascendencia es un punto importante para muchos de nosotros. Claro, también a fama, las riquezas, el prestigio y un escaño en el servicio diplomático o yo qué se, negociador o asesor, presidente, líder de una ONG. En el fondo, no es lo que se nos imponga sino lo que queremos hacer y lo que nos apasiona. Es normal, dicen algunos jesuitas, que durante su vida religiosa se les presenten dos o tres crisis de fé; es decir, que cuestionen su vocación y sus creencias, sí pasan de ellas quiere decir que van por el rumbo correcto.
Después de todo no son los folletos de caras sonrientes, hacer una decisión basada en la vocación implica muchos sacrificios y una vida de trabajo. Asumo mi convicción. Siete años después, traigo a colación esta pregunta y creo haber encontrado ya una respuesta concreta.
Alejandro Omar
Palabras del Día: Scrabble // Talla // Amenaza // Segolene // Vocación // WiFi //
Frase: Los aficinados, se ocupan de la estrategia; los expertos, de la logística.
Recomiendo que vean una pelícua de Ingmar Bergam titulada Sonrisas de Una Noche de Verano.