La cultura así, definida al tanteo, se puede definir como una serie de rasgos, elementos, físicos o intangibles que tienen una presencia en la existencia de la sociedad humana, se caracterizan por agrupar las visiones estéticas e interpretaciones ideológicas y su propia definición, es un elemento vinculante pero también diferenciador, condicionado por la historia, geografía e incluso, actividad económica. Bajo ese precepto casi cualquier actividad humana puede interpretarse como un elemento “cultural”, es posible que mi definición no sea completa y seguramente puede ser objeto de críticas, aceptadas todas ellas.
¿Por qué insisto en definir la existencia de una “cool-tura”? Hace diez años, la periodista canadiense Naomi Klein escribió un libro que causó una gran expectación en todo el mundo: No Logo, pronto se convirtió en uno de los mejores argumentos para el rimbombante capitalismo de principios del siglo XX, plantea básicamente una crítica al auge de las marcas ligado al consumo masivo impulsado por la mercadotecnia. Los ejemplos de Klein son claros y contundentes: la globalización ha creado símbolos, banderas y patentes cuyo valor supera ampliamente los activos físicos –inmuebles, principalmente. La publicidad, el segundo elemento, ha sido fundamental para lograrlo y atraer a los consumidores, hoy agregaría el poderoso binomio de la década: Internet y redes sociales.
Leonard W. Doob, destacado académico en psicología política y de masas de la Universidad de Yale, escribió Principios de la Propaganda de Goebbels donde se acuñó una frase que se ha convertido en la piedra angular de la mercadotecnia contemporánea: “Una mentira repetida mil veces se transforma en verdad”. Entonces las grandes campañas publicitarias, incluso las políticas, son una serie de mentiras repetidas hasta que terminan aceptándose, sí. Mi afirmación surge inspirándome en los elementos que Klein investigó: Desarrollo de pseudotecnologías, del concepto de un estilo de vida, de la solidaridad y de la responsabilidad social corporativa; todo ello vinculado a la expansión a diversos nichos de mercado, a escala global en economías emergentes y a nivel nacional, a clases medias emergentes.
Sin ahondar en detalles, la tecnología y el acceso a información inmediata han permitido que más personas encuentren o construyan su identidad con los elementos a su alcance, desde ese punto de vista todo es válido; sin embargo, llega a ser superficial y es aquí en donde nace la “cool-tura”. Lo “cool” es aquello que es popular, digno de imitarse, lo que se ve bien y lo que está en los medios, es masivo y su concepto es débil, fugaz y hasta cierto punto, carece de elementos que brinden continuidad, desde el punto de vista sociológico expresa una necesidad de autoafirmación y contrario a convertirse en algo con identidad propia, se suma a lo que generalmente se engloba como “contemporáneo”.
Lo que mas me da miedo en la cultura contemporánea no es tanto el aspecto cool-tural que el gran negocio intenta inculcar a la población. El aspecto unidimensional de la cultural contemporánea es mucho mas peligroso ! El consumo se esta imponiendo como modo de vida y esta invadiendo la esfera privada, dejando las alternativas al mercado siempre mas en margen de la sociedad y siempre mas difícil a lograr por el ciudadano lamda.
Cierto, la cultura del consumo irrumpe y destruye, está en cada uno el permitir hasta que tanto nos pueden marginalizar. «Cool-tura» puede ser sólo simple imitación de patrones sin conocer su origen, es lo más superficial. Interesante punto de vista! Gracias por comentar Julio!