Mucho se ha escrito sobre el fútbol soccer o fútbol asociación, cualquiera que sea su denominación, y se ha hecho desde el periodismo local donde seguramente cada país y cada liga tienen apasionados e incisivos comentaristas tanto como afiladas plumas, aburridos analistas, retóricos narradores y hasta avezados cronistas deportivos. Escribo desde la tribuna del aficionado y desde la cancha de un pésimo jugador pero entusiasta fanático de este deporte sin dejar de lado mi perspectiva como internacionalista.
Escribo esta entrada en el Groupama Aréna, la casa del Ferencváros TC, equipo que enfrenta (enfrentó) al Debreceni Vasutas Sport Club, con una gran expectativa de la afición la cual llena el flamante estadio en una fría pero soleada tarde de otoño en Budapest. El clima de hoy contrasta con el frío sábado anterior a este partido, cuando visité la casa del Ujpest FC para ver su partido contra el Videoton FC, el cual terminó con un dramático empate a dos goles y que me dejó una buena sensación de un equipo popular y de barrio, cuyo pequeño estadio se inundó de la calidez de una pequeña pero entusiasta afición.

Estadio Ferenc Szusza
¿Por qué he decido venir dos sábados consecutivos a ver fútbol? Primeramente porque echaba mucho de menos el ambiente en un estadio; en segundo lugar, es parte de la vida cotidiana en un nuevo país con una tradición futbolística arraigada. El estadio, como afirman ciertos especialistas en temas sociales, no deja de ser una ventana de la sociedad en la que se encuentra. Finalmente, en el aspecto personal, el presenciar un partido de fútbol es un deleite, me conecta con mi infancia recordándome sentado en una tribuna con mi padre y mis amigos sufriendo los dramas deportivos y la euforia de un partido reñido. Sin contar con una narración o las imágenes de la jugada destacada al momento, estar en el estadio permite al espectador enfocarse en los distintos aspectos del partido: el verdadero rendimiento de un jugador, el comportamiento del entrenador, la respuesta de los rivales y los pormenores del encuentro, esos detalles como los gritos e insultos entre jugadores, incluso su nerviosismo. Algunos amigos fanáticos de los tecnicismos, se fijarán en la formación a la defensiva y al ataque, así como en las jugadas a balón parado y hasta cómo se tira .

Estadio Azteca, Ciudad de México
El fútbol, por mucho, es una pasión que se vive en distintos niveles. La magia del estadio es llegar y sentir esa energía desde que uno se aproxima a un recinto como eso, subir a la tribuna y desde el vomitorio, vibrar con el eco de la afición mientras en el horizonte va a apareciendo el brillante verde del campo. Es mirar la lucha en la cancha que se aplaude, el oportunismo que se silba, el drama que se llora y el gol que se celebra. El soccer es tan simple como complejo y encierra tantas metáforas como se le quieran ver, es posible jugarlo en una cancha de primera línea como en un llano, con el balón diseñado con la más alta tecnología o con uno hecho de jirones de bolsas de plástico y de cinta; se juega en climas cálidos y bajo una lluvia tibia o también entre una densa neblina. Este deporte puede ser un sin sentido con mucho sentido: personas corriendo tras un balón para insertarlo a una red -suena fácil- pero para hacerlo hay que hacer sortear rivales y tener el arte para patear el balón con fuerza y técnica suficientes para evitar que las manos del guardameta lo bloqueen. Poca o mucha, afición siempre es afición, el estadio sin ella se vuelve un lugar nostálgico y fantasmal. El campo, el área técnica, el túnel de ingreso y los vestidores son partes de un mismo sistema ¿cuántos partidos no se han perdido por influencia de sucesos en esas otras canchas?

Estadio Morelos, Morelia, Michoacán, México
En el fútbol hay ingenio, talento y técnica pero también maña -o habilidad creativa para jugar en el margen de las reglas- y la única manera de ganar el juego es anotando goles. El empate existe pero es una ficción que a veces funciona y otras no. La vida y la profesión a veces así se juegan en triángulo virtuoso de esos tres primeros elementos y también con la picardía de resolver las cosas al margen de uno mismo: de la mañana y el coraje propio pero dentro de las reglas, el límite es no salirse de la cancha sin olvidar que todo partido siempre tiene el casi invisible trabajo del entrenamiento, los regaños, el nervio, el cansancio y las frustraciones. Se gana y se pierde, el equipo -el jugador y entrenador, en lo individual- que con estoicismo se toma una mala racha, le basta con entender y evaluar su desempeño, corregirlo y volver al campo con la convicción de ganar. La vida es así, el juego puede ser rudo, hay que estar atento al balón, al rival, a las entradas malintencionadas, al grito del técnico, al coro de la afición y al titular de la prensa. El fútbol es así, es vida.