Con una mirada soberbia mira de reojo el periódico al tiempo que da el primer sorbo de café, guardando el mismo gesto afirma –los medios dictan la agenda de mundo, la política internacional no es una buena vendedora de noticias–. Por un momento guarda silencio, medita mirando por la ventana, remarca –¿cuándo lo ha sido?—.
Difícilmente concede una entrevista, es un día excepcional. Compartir la mañana con él, es un privilegio reservado sólo para sus más íntimos, a quienes frecuentemente se los otorga. La hora del desayuno es uno de sus momentos clave del día, afirma –es la hora que presenta mayor potencial hacia la espontaneidad de la ocasión en nuestra afrenta con la cotidianidad urbana–. Para él, el mundo pertenece a quienes se despiertan temprano, como cita el adagio. Justo a la mitad del vaivén matinal, en la calle o en la cafetería, se deja rodear de una serenidad casi estoica.
Una referencia indudable de su capacidad son sus trabajos, que muestran claramente como la actividad académica va dominando su concepto de la realidad. Por otro lado también documentan el alto nivel teórico con el cual trabaja. Sus análisis, potencialmente certeros y su crítica, le permiten cierta irreverencia, en conjunto todo ello son los distintivos de su obra. Hablar y escribir sobre el mundo contemporáneo, la historia y la cultura es sólo un esbozo entre sus intereses.
A un año de haber llegado a Madrid, dígame sus impresiones.
Simplemente puedo decir que ha sido un tiempo estupendo, sí fuera posible afirmaría que he rejuvenecido y reorientado mis intereses en muchos aspectos. En lo profesional y en lo personal, aunque desde luego mi prioridad reside en el primer aspecto. Hay que agregar que el lugar sigue siendo el mismo de muchos recuerdos; sin embargo, el tiempo es distinto, característica que le otorga una genuina identidad.
Entonces para usted ¿Lo personal queda en un segundo plano?
Bajo un sentido estricto, sí. Desde luego la importancia de la familia y los amigos tiene un lugar particular en cada uno de nosotros, aunque no podemos anteponerlos a nuestro desarrollo profesional, es lo que quiero decir. Claro que siempre se debe conservar esa base de valores que da la familia, al mismo tiempo que el apoyo representado por los amigos.
Usted ha mencionado dentro de lo personal a la familia y los amigos pero excluye las relaciones de pareja.
No es que los excluya sin intención, todo lo contrario. Crear una relación profunda de pareja exige un compromiso considerable que por mi situación no estoy dispuesto a ceder. Tampoco es algo que me quite el sueño, simplemente lo reservo como un tema banal frente a otros que me atañen más. En éste sentido vivo un momento egoísta de mi vida, bajo el entendido de que ese egoísmo es la mejor expresión del amor correspondido, diría un famoso escritor.
¿Cuáles son esos otros temas que tanto le interesan?
El mundo en general. Nunca es suficiente el conocimiento que se tiene de él y de sus problemas. La vida contemporánea, lo que llamo la cultura del consumo de masas o lo que las masas quieren consumir como cultura. En una época en la que nuestro progreso indicaría un elevado progreso, difícilmente se observarán las calamidades, evitables desde luego, que conlleva dicho avance. Parecería que el pesimismo heredado de generaciones pasadas se había esfumado ante la modernidad; sin embargo, ha encontrado vías de escape más superficiales y que encuentran cabida en la resignación y la impotencia, bajo la máscara de un falso hedonismo. Las ideas se radicalizan, se esfuman y se olvidan. La generación que hoy debe despertar se encuentra en un etéreo letargo, es obtusa, maleable y superficial.
Su visión es pesimista, ¿confrontará estas ideas a menudo?
Suelo entrar en debates espontáneos a menudo. Soy partidario de la tolerancia y del intercambio de ideas, pero nunca falta encontrarse con ideas alienadas y conceptos tergiversados o parciales de una realidad que es palpable. A veces la gente de hoy se deja engañar más fácilmente y eso se refleja en los prejuicios que tienen hacia ciertos temas. Cuando encuentro tal obstinación ser pesimista no es algo extraño.
¿Desde la perspectiva de las Relaciones Internacionales, encuentra solución a los dilemas que me expone?
No, las Relaciones Internacionales por sí mismas no pueden ofrecer soluciones a ningún problema, requieren un esfuerzo tangible de voluntad humana e inteligencia para ser resueltas. Básicamente se limitan [las Relaciones Internacionales] al análisis de las relaciones de paz y guerra entre los países, o cómo ahora se suele denominar, de los actores internacionales. Hay que agregar, desde luego, la existencia de problemas históricos y propios de cada época cuyas raíces no se encuentran en la falta de democracia sino en las desigualdades que existen en la sociedad internacional que como tal, funciona.
Ha mencionado que la paz y la guerra son los límites del conocimiento en las Relaciones Internacionales. ¿Acaso no es la Paz su fin último?
La paz puede ser el origen de la guerra de diferentes maneras, aunque per se no sea más que una abstracción negativa que no puede contener fenómeno alguno autodestructivo, a diferencia de la guerra donde está latente la destrucción que finalmente destruye a la guerra misma. No obstante, la condición de paz, que es la ausencia de guerra puede crear las condiciones previas de la guerra. Históricamente la paz ha conducido con frecuencia a la guerra debido a que en ella imperan las condiciones que permitieron cambios demográficos, culturales, económicos y sociales, que perturbaban el equilibro de fuerzas que había preservado la paz. En conjunto, no es un fin último sino un estado y debe ser estudiada como tal.
En ese sentido, utiliza los conceptos de guerra y paz como complementarios en un proceso histórico determinado.
Es posible. El concepto de guerra y paz no deben ser comprendidos bajo los términos de una lógica lineal, sino por los de una lógica contradictoria, paradójica para decirlo con más exactitud. La paz ha sido estable cuando la guerra se libra hasta las últimas consecuencias; pero si el estado bélico se interrumpe antes de su autodestrucción no necesariamente le sigue la paz. Así ha sucedido desde el establecimiento de las Naciones Unidas y la formalización de la política mundial a través de su Consejo de Seguridad. Desde 1945, rara vez se permitió que las guerras entre potencias menores siguieran su curso natural, siempre fueron interrumpidas mucho antes de que pudieran agotar las energías bélicas para establecer las condiciones necesarias para la paz, favoreciendo la reorganización y el rearme de las partes en conflicto, intensificando y prolongando la lucha una vez que el alto al fuego llega a su fin.
Su juicio es severo sobre el desempeño de las Naciones Unidas en situaciones de conflicto
Hoy mismo, una serie de organizaciones multilaterales, que dependen del Consejo de Seguridad de la ONU, se ocupan de intervenir en las guerras de otros pueblos. Todas ellas tienen una característica común: intervienen en las situaciones bélicas pero se niegan a participar en el combate. Y tal actitud agrava los daños. La primera prioridad e los contingentes de mantenimiento de la paz de la ONU es no tener bajas en sus filas. Por consecuencia, los comandantes de las operaciones suelen apaciguar al contendiente más agresivo, aceptando sus órdenes y tolerando sus abusos, por ejemplo los serbo-bosnios en las primeras etapas de la lucha en Bosnia.
Por otra parte, las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) han tenido un papel destacado en los últimos años supliendo y, a veces, complementando el trabajo de las fuerzas multinacionales de paz en los lugares en conflicto.
Existen numerosos casos en los que las ONGs más conocidas actúan en situaciones de conflicto, muchas veces sin ser requeridas por los gobiernos locales e incluso violando sus leyes. En éste contexto, compiten febrilmente entre sí por conseguir recursos y por obtener una participación más notable, por no decir más mediática. Dichas organizaciones que funcionan de manera supuestamente inobjetable, proporcionan la logística de la guerra al intervenir y de ésta forma impedir sistemáticamente el progreso de los beligerantes hacia una victoria decisiva que pondría punto final a la guerra; tienden a ser excesivamente imparciales, tanto que ayudan a ambos bandos, saboteando también la transformación de la guerra en paz por agotamiento mutuo. Además, cuando se sienten especialmente amenazadas, como en Somalia en la década de los noventa, las ONGs buscan seguridad en alguna de las partes en conflicto, frecuentemente en las mismas que las amenazan. Irónicamente son las organizaciones no gubernamentales las que prolongan la misma guerra cuyas consecuencias tratan de mitigar. Desde luego, en una situación de paz su mecánica cambia radicalmente.
¿Se considera usted dentro de la corriente realista?
El realismo es un modelo teórico académico confeccionado hace más de cien años, decirme realista sería un anacronismo.
¿Entonces, se ubica en alguna corriente teórica contemporánea?
Los años de estudio y mí, relativamente, corta experiencia me han dejado muy claro que los modelos explicativos académicos tratan de reflejar una realidad con muchas dificultades. En la práctica los grupos de asesores de los jefes de gobierno y ministros, e incluso algunos think tanks conocerán a la perfección cada uno de esos modelos; sin embargo, tomar decisiones condicionadas con ellos supone un riesgo elevadísimo para los gobiernos que representan. Por lo tanto, prefiero las soluciones espontáneas y prácticas que a las explicaciones teóricas. Del mismo modo, prefiero autores y personajes que relegan el autoritarismo de la academia ante su experiencia en el mundo real y no refugiados detrás de un escritorio de universidad.
¿Cuáles, por ejemplo?
Charles Maurice de Talleyrand, Hedley Bull, Lord Palmerston, Jean Baptiste Duroselle, George Patton, Fidel Castro, Adolfo Suárez. En cuanto a la historia mexicana: Antonio López de Santa Anna, Lázaro Cárdenas, Lucas Alamán, Genaro Estrada, Bernardo Sepúlveda, Alfonso García Robles e Isidro Fabela. No por ello desdeño el conocimiento de la teoría y de la academia, reconozco la obra de Howard Zinn, Joseph Nye y Waltz, entre otros.
¿Cree que las Relaciones Internacionales tienen un símil con las relaciones personales?
Bueno, de alguna manera lo creo siempre y tal vez sea porque es lo que más conozco, seguramente habrá alguien que diga otra cosa. Aunque pienso que los países, las personas y nosotros mismos, creamos relaciones con otros y estas pueden ser ambivalentes, estables, conflictivas o simplemente cordiales. Sería como ir de un universo micro a otro macro. Tampoco vivo pensando en ello, pero ciertamente mi carrera influye la manera de pensar que tengo, es posible que sea más calculador y opte por anticipar situaciones con alternativas.
A propósito de visiones y realidades, ¿continúa haciendo fotografía?
Siempre procuro, en medida de lo posible, cargar mi cámara fotográfica en mi tiempo libre. Aunque en los últimos meses, a mi pesar, poco tiempo he tenido para seguir con los proyectos que he iniciado y que seguramente a finales de éste verano concluiré. Sobre todo por estas fechas me siento atraído a capturar el movimiento.
¿Cree que la inspiración venga de la plenitud sentimental?
Habría que definir lo que es para mí la plenitud sentimental, entiendo por ello una relación estable entre pleitos y cariño continuos. La inspiración a veces llega improvisadamente pero siempre requiere una condicionante externa para hacerse productiva, creo ya en la innovación y no siempre lo que me inspira tiende a ser novedoso. Lo digo en términos profesionales, artísticos y personales.
En su repertorio de imágenes es posible distinguir un sutil equilibrio entre la fotografía de Madrid y la Ciudad de México, como ciudades que ha habitado. ¿Estando hoy en la primera, hay algo que eche de menos de la segunda?
Normalmente no pienso en ello, pero ya que lo ha mencionado recuerdo algunos instantes en los que mis paseos por las calles más céntricas del DF me entusiasmaban siempre que las hacía en compañía de un amigo. Tengo mi lugar ahí mismo, en donde el tiempo parece no transcurrir. Madrid en ese sentido es diferente, aquí perderse resulta una experiencia estupenda, aunque la conozco casi a la perfección, es una ciudad que es predecible aunque su rutina es fascinante. Ambas tienen una vida cultural intensa, al igual que su ambiente nocturno que es lo que las hace atractivas. En sí, son diferentes y en ambas me siento en casa. Las imágenes, indudablemente dejan huella de los lugares y para mí, más del tiempo que de ellos.
¿La gente?
Las personas: la familia y los amigos. Gente donde quiera se va encontrando, y a veces me sorprende que en lugares inesperados uno se encuentra provincianos cosmopolitas, de gran conversación, cálidos y grata presencia; y por otra parte, cosmopolitas provincianos, que pretenden conocer el mundo sin desarraigarse de sus ideas más chovinistas pregonando su etnocentrismo sin permitirse conocer lo que se encuentra justo frente a él.
¿La comida?
Me parece que las comparaciones gastronómicas son temas triviales que rayan en lo vulgar.
Cierto, ¿sobre sus opiniones hay algo que deba agregar?
Si me equivoco, desmientánme y si miento, corríjánme.