No soy nutriólogo, tampoco médico o especialista en alimentación. Eso no me quita el reconocerme como gourmet, un sibarita en todo el sentido de su palabra y a mis alcances. Pocas veces doy consejos y difícilmente aconsejaría sobre nutrición. Sin embargo, no pocas veces me han preguntado sobre uno de mis placeres matutinos – desde luego obviaré el más lógico – y me referiré al que suelo llevar a cabo en soledad o compañía sin importar el lugar donde me encuentre, un placer mundano, casi lo mismo que un lujo simple: Desayunar.
Hay momento y lugares – suelo decir. El lugar es importante, para empezar debe tener una buena selección de café, un camarero eficientemente cordial o al menos eficiente, y una carta con sugerentes platos que vayan de lo más ligero hasta lo sustancioso. No recuerdo exactamente en donde comenzó esta pasión, es muy posible que haya nacido en casa – famosa por sus desayunos copiosos, muy típicos de las familias mexicanas. En España y en Suiza pude perfeccionar mi gusto por esta pasión, descubriendo las bondades de un café de grano recién molido – y no el aburrido y disuelto americano que solemos beber de este lado del mundo –; un croissant a capella o bien, con jamón (no debo agregarle un adjetivo ya que su categoría implica ser conocido así). Hay lugares con atmósfera, puede estar lleno de humo y oler a frituras; o bien, contar con libros y revistas variadas al alcance de quienes disfrutan el alimento matinal. Incluso hay lugares estresantes donde pedir rápido, hojear rápido y comer a toda prisa es la fotografía del momento. Y también los lugares más comerciales, aunque su calidad no sea la mejor, se aprecia el servicio. Aunque en México, lugares especiales para desayunar improvisadamente no existen y para hacerlo – si no es en uno de esos simplones Starbucks, hay que hacer todo un ceremonial. Yo opto por la practicidad, poder observar y poderme ir al momento de terminar. Un café, un bocadillo, leer algo e irme.
El desayuno así me motiva, desayunar con una buena compañía me reconforta, hacerlo resacoso me devuelve la cordura, el mal servicio me enoja y me pone del peor humor. Es el momento que tengo para informarme, escribir, ordenar mis ideas, un momento que puedo compartir y que al mismo tiempo puede ser tan íntimo como mío.
Yo los invito a tomarse un café por la mañana, olerlo, respirar y observar el movimiento a su alrededor. Parecería un momento Cartier-Bresson, no lo es. Es tú momento. Creo contar con una buena lista de los mejores lugares para hacerlo…