La Guerra Fría, sus titanes años después…


Internacionalista contemporáneo que no fue formado académicamente con los paradigmas de la confrontación de bloques antagónicos, la Guerra Fría, la destrucción mutua asegurada o la definición de zonas de zonas de influencia con el aderezo de conceptos como represalia, estados satélite, disuasión nuclear o ideas afines, simplemente pasó la carrera en blanco o bien, acaba de iniciarla.

Esta reflexión sobre la Guerra Fría surgió tras leer un artículo escrito por Mikhail Gorbachov que si no mal recuerdo en inglés se titula «A New Cold War Order» cuya primera parte critica severamente la euforia por la caída de un actor hegemónico y las consecuencias para una Europa en declive estratégico y que remata, en su segunda parte, con un idealismo renovado que llama al diálogo y la conciliación. Sin duda un buen artículo, digo de compartir y sobre el cual se puede debatir a la sazón de la coyuntura actual; sin embargo, un pensamiento mundano me vino de golpe: ¿cuál es la credibilidad de un hombre que anunció a Pizza Hut, sobre todo si años antes tuvo el botón nuclear bajo su dedo?

Gorbachov en la ONU | UN Photo

Gorbachov ante las Naciones Unidas | UN Photo

En los últimos dos años he tenido la oportunidad, por motivos de trabajo y cordiales invitaciones, de asistir a eventos que reúnen a distintas personas y personalidades -mi distinción se basa en el antecedente y la trascendencia entre unas y otras. En dichos foros, me mantengo especialmente atento a los grandes nombres y en este caso me referiré a Lech Walesa, a quien escuché en la XII Cumbre de Negocios; y a Gorbachov cuya conferencia escuché en un foro sobre la libertad en la Ciudad de México. Entre muchas de las personas que uno se puede encontrar en este tipo de reuniones, ambos reúnen una serie de cualidades en común y la primera de ellas es haberse ganado un lugar en la historia más o menos en el mismo periodo y bajo condiciones similares: fueron actores de primera línea en la caída del bloque soviético, el fin de la llamada Guerra Fría.

Desde el punto de vista académico y editorial, existe una narrativa que eleva a estos hombres a un nivel mítico, sus imágenes son icónicas y sus acciones, así como sus palabras, están referidas en innumerables citas. Tanto Walesa como Gorbachov gradualmente se fueron retirando de la escena pública para refugiarse en la escena privada y, de paso, generarse ingresos a través de las conferencias que ofrecen tanto uno como otro en cualquier foro o universidad que esté dispuesto a pagarlas y cumplir algunas de sus exigencias. Hombres de Estado podrían llamarles; algunos dirían «hombres de mundo» con cierta solemnidad y respeto, el que sus imágenes icónicas y palabras citadas impone. Sin embargo, la realidad dista de la expectativa y mucho más del concepto que la narrativa ofrece. Si el mundo, en el sentido de una analogía «globalizadora», pudiera emular a un parque de diversiones, Walesa y Gorbachov, entre otros más, serían las botargas.

Lech Walesa | UN Photo

Lech Walesa, ex presidente de Polonia | UN Photo

Irreverente, sí. Gorbachov y Walesa no hablan otro idioma que no sea el suyo ni el inglés. Su presencia impone por el recuerdo de su papel, como la botarga en Disneyland respecto a la película donde aparece. En efecto, no son la sombra de lo que fueron. El ex primer ministro soviético carga el peso de los años y de los kilos, no es un buen orador, requiere una intérprete que le traduzca del inglés al ruso y su escolta, un hombre malencarado de dos metros de altura, lo hace inaccesible hasta para un saludo amistoso. Lech Walesa, precursor de la democracia en Polonia y fundador de Solidaridad (el partido, no el programa social), tiene como esposa a su traductora o mejor dicho, a su traductora como esposa; como el anterior conferencista, no habla más que su propio idioma, polaco; su discurso es un denso repaso de la importancia del liberalismo ante un régimen autoritario y una economía controlada por el Estado, aplaudido por los liberales democristianos, frecuenta los foros de este sector político; y de vez en cuando escribe bajo la misma agenda. La gente los aplaude con emoción, hay fervor, pero no logran conectar con la audiencia y sus palabras quedan como borrosos recuerdos «ah sí, habló sobre la caída del socialismo, el ayudó a que cayera», cobran, cenan, brindan y se van, así funcionan.

¿Sobriedad, estoicismo, formalidad o un perfil solemne? Yo creo que ninguno de estos atributos encaja con ellos. Contemporáneos y diametralmente opuestos, circulan en diversos circuitos de conferencias muchos otros políticos ofreciendo conferencias más o menos amenas donde muestran un esfuerzo por encajar su historia con el momento actual y brindar a una audiencia más allá que el nombre o el recuerdo nostálgico del que viven. Un buen ejemplo puede ser John D. Negroponte, Madeleine Albright o Henry Kissinger, aunque coinciden en ser norteamericanos; aunque también Felipe González, Shimon Peres, el antipático Anthony Blair, Kofi Annan, Boutros Boutros-Ghali, Carl Bildt entre algunos, no muchos, otros.

En una reflexión mundana, tanto Gorbachov como Walesa me hacen recordar a esos viejos luchadores que nostálgicos, se atreven a revivir viejas hazañas, negándose a admitir que su tiempo ya quedó atrás y que su gloria fue haber dejado una memorable huella en el pasado y no en el presente. Los libros seguirán hablando bien de ellos, desafortunadamente ellos no de sí mismos: unos dólares, un show y un público que parece no comprenderlos son sus motivos, ya no las ideas, aunque presten su nombre para publicar. Franquicias de la nostalgia, botargas de su propia imagen.

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About Alejandro O.

Internacionalista mexicano.