Hola, es un gusto conocerte. Con esto de la conectividad y las redes sociales es imposible perder el contacto, antes sólo teníamos el correo electrónico y luego ya era demasiado con el Messenger, pero ahora tenemos Facebook, Twitter, bueno hasta Instagram, iMessage y desde luego, Whatsapp. Impresionante ¿no? Eventualmente eres mi amiga, posiblemente trascendamos, establezcamos una relación y duraremos en ella hasta que llegue el día en que tú y yo decidamos borrarnos de nuestras vidas para finalmente, en nuestras redes sociales, erradicarnos de nuestras respectivas listas de amigos; o bien, quitar nuestro estatus de relación de “estar en una relación con…” a “estar soltero”.
Deja te cuento, yo suelo publicar, bueno “postear”, cosas en las redes y creo que tú también. Si quieres mantenerte en mi lista de amigos y ser simpática para mí, dame un “like” y eventualmente yo también lo haré: es divertido ¿no lo crees?; bueno, tengamos un debate e intercambiemos puntos de vista en el Face o twitteando, respetaré tu punto de vista y encontraré buenos argumentos para seguir haciéndolo; también podríamos aplaudir mutuamente las fotos de nuestros desayunos en Instagram, es muy fácil sólo pulsa en la foto que te guste y ¡voilá! pero sólo eso, seguirás siendo sólo una “follower” o una “amiga”, como mucho te pondré en una lista especial y podrás esperar -por mucho- una elocuente felicitación de cumpleaños.
Bueno, si además de todo eso tienes mi número y decides escribirme para contarme algo en el Whatsapp, no te preocupes –salvo que tenga mucho trabajo o esté imposibilitado de conectarme, tal vez conduciendo el coche o con la batería del teléfono baja– tardaré un poco más de lo habitual en contestarte pero lo haré, te leeré con atención y mantendré el intercambio de mensajes, te advierto que no pongo emoticons ni gestos salvo en muy contadas excepciones; será reconfortante saber que cuento contigo para mensajearnos aunque el esbozo de nuestras emociones se reduzca a risas escritas o al conjunto de gestos prediseñados y que será ya muy emotivo recibir esa foto especial que acabas de hacer con tu teléfono.
Preferiría hablarte por teléfono, no importa la hora, el escuchar tu voz y tener un diálogo a pesar de la distancia ya lo considero un logro; sí, te llamaré cuando la intuición me diga que lo necesitas, antes de dormir, durante el camino al trabajo, para darte los buenos días y no dudaré en contestarte –pese a la junta y a la montaña de trabajo que tengo en mi escritorio– para atender ese momento crítico en el que te encuentres sin importar los minutos que estemos hablando. Lo mejor es que tras esa llamada sabré que te interesas no sólo por lo que publico, hago o pongo en el mundo de las redes, sino que verás que soy una una persona real: tomaremos un café, caminaremos y podré percibir tus emociones a través de tus ojos, de tu tacto así como tu sentirás las mías, independientemente como lo hagas. ¿Y sabes qué es lo más maravilloso? Sólo lo haremos hablando frente a frente.
También podríamos salir los dos, tomar una cerveza y platicar, permitirte conocer mis verdaderos gustos y a mi lista de amigos, esa en la que aparecen personas y no perfiles. También verías que mis emociones son auténticas y no se limitan a un «estado», conocerás mis convicciones, lo que me alegra, lo que me aflige y yo desde luego, te conoceré a tí más allá de esa foto en la que luces increíble y sabes que me gusta mucho, te leeré más allá de las frivolidades que sueles publicar, me reiré de aquellas bromas que hagas y no de las fotos que a veces te da por compartir. Hay posibilidades también de saber que no somos el uno para el otro, que sólo somos amigos o simplemente nos seguiremos como hemos comenzado a hacerlo. Tú decides si nos volvemos una serie de datos, impulsos digitales y caracteres convertidos en fotografías y palabras vistos a través de una pantalla o nos volvemos dos personas que simplemente están el uno frente al otro justo para estar el uno por el otro. Dame un «Me gusta» por mientras y para comenzar…