Los cuatro elementos que Niall Ferguson define en The Great Degeneration (La Gran Degeneración) como instituciones fundamentales en el proceso histórico y económico de Occidente son gobierno representativo, libre mercado, Estado de derecho y sociedad civil; aunque, por otro lado, advierte que su degeneración podría conducir al declive y estancamiento de los países agrupados en este conjunto.
Ferguson sigue una línea de análisis que comparte rasgos con David Landes en The Wealth and Poverty of Nations, Paul Collier en The Bottom Billion y, recientemente, Jim Robinson y Daron Acemoglu con Why Nations Fail?, pero a diferencia de ellos, más que desarrollar argumentos en términos de economía del desarrollo y política económica, identifica los factores que explican la decadencia institucional de los países desarrollados enfilados rumbo al estancamiento e infieriendo las consecuencias de este proceso en términos geopolíticos.
El punto de inflexión en la historia de la democracia en Occidente fue la Revolución Gloriosa, el establecimiento de una monarquía parlamentaria en Inglaterra —en específico, con la fundación de un Estado limitado a la administración del gasto público y la recaudación de impuestos que fuera garante de los derechos de propiedad entre sus ciudadanos— y el esbozo de un sistema económico y legal que estimulara el desarrollo del comercio y la innovación. Desde la perspectiva de Ferguson, la Revolución Gloriosa estableció las condiciones para el surgimiento de instituciones económicas y políticas que garantizarían la certeza y continuidad de este sistema, y para el ascenso de Inglaterra como potencia. Este suceso histórico también sienta las bases de lo que posteriormente conoceríamos como democracia liberal.
The Great Degeneration explica que la decadencia de las instituciones surge por la contraposición de intereses entre quienes diseñan las leyes y sus sujetos. La ausencia de solidaridad intergeneracional acentúa esta divergencia y, en principio, es causa de legislaciones complejas, excesivas e innecesarias que responden a la obtención de capitales políticos en el corto plazo a expensas de las futuras generaciones; en pocas palabras, deuda pública. En esta línea, Niall Ferguson establece las causas de la crisis mundial de 2007 en el proceso de desregulación financiera emprendida durante la administración de Ronald Reagan en 1980. Al respecto, los efectos más graves fueron la pérdida de confianza en las instituciones financieras que evidenciaron la decadencia institucional según sus cuatro elementos fundamentales.
El libro expone que el empoderamiento ciudadano tiene la capacidad para romper el círculo vicioso del declive institucional. La participación de la sociedad en la resolución de problemas en las distintas esferas de su entorno es un paradigma que no se limita solo a algunos países. También, la formación de ciudadanos más participativos ̶no limitados a solo emitir un voto ̶ es parte imprescindible del proceso para revertir la degeneración de las instituciones públicas y privadas. Asimismo, es necesario repensar los modelos educativos para renovar la confianza en la esfera política y económica en cualquier Estado. “Nosotros, las personas, ya somos sinónimo de gobierno”, afirma Niall Ferguson.
Esta reseña fue publicada originalmente en Foreign Affaris Latinoamérica.